
Nadie quiere poner en peligro a los pacientes con cáncer. Pero con la disminución de las tasas de vacunación, está sucediendo precisamente eso. Lo sé porque mientras luchaba contra el cáncer, también luchaba contra el miedo a contraer enfermedades que se pueden prevenir debido a mi sistema inmunológico debilitado y al debilitamiento de la inmunidad comunitaria.
Me diagnosticaron linfoma de Hodgkin durante el invierno de mi primer año de secundaria. Inmediatamente después de mi diagnóstico, me dijeron que comenzara a usar una mascarilla en público y que evitara las multitudes para no contraer influenza (gripe) en mi estado inmunodeprimido. Durante los primeros meses de quimioterapia, incluso cuando me sentía lo suficientemente bien como para ir a la escuela, la enfermera que trabajaba allí me informaba la cantidad de casos de gripe antes de poder asistir. Me sentía frustrada porque sabía que muchos estudiantes se habían negado a vacunarse contra la gripe y, por esa razón, a menudo tenía que faltar a la escuela para mantenerme a salvo.
Durante el segundo año de la secundaria, el cáncer regresó y me dijeron que necesitaría un trasplante autólogo de células madre. Como consecuencia de ello, estaría inmunodeprimida durante meses después del trasplante. La inmunidad contra las enfermedades para las cuales me había vacunado desaparecería, y no podría recibir la mayoría de las vacunas hasta un año después del trasplante. Además, no estaría apta para recibir vacunas vivas durante los siguientes dos años.
Al comenzar con el trasplante el 2018 de febrero, lo que más temía era contagiarme la gripe, que podría ser fatal en el estado en que me encontraba. Las cifras de gripe volvieron a ser altas y me sentía frustrada porque había personas que habían optado por no vacunarse, poniéndose en riesgo a sí mismas y a personas como yo. Sobreviví al trasplante y logré protegerme durante esa época de gripe, pero aún estaba en riesgo.
Aterrada, vi cómo los brotes de sarampión comenzaron a aparecer en diferentes partes del país, y sabía que era vulnerable al virus. Como resultado de estos brotes, no pude ir a mis viajes de orquesta de tercer y último año, lo que me desilusionó muchísimo porque ya me había perdido los viajes de primer y segundo año debido al cáncer. Aún más angustiante fue saber que las personas inmunodeprimidas como yo estaban, una vez más, en riesgo debido a la disminución de las tasas de vacunación.
Me complace anunciar hoy que ya han pasado dos años del trasplante y ahora estoy completamente vacunada. Aunque la crisis del COVID-19 parecía que podría llegar a interferir con mi calendario de revacunación, logré aplicarme las vacunas de manera segura. Insto a todos a que continúen recibiendo sus vacunas programadas, incluso durante la pandemia. Los profesionales de la salud están tomando las precauciones adecuadas para garantizar su seguridad cuando vaya a vacunarse, y las vacunas no solo son importantes para su salud, sino también para la salud pública de nuestro país y la salud de las personas que no pueden vacunarse. Ahora es más importante que nunca mantener las tasas de vacunación: lo último que necesitamos durante nuestra crisis actual es un brote de sarampión o gripe.
Cada uno de nosotros puede desempeñar un papel crucial al fomentar la inmunidad comunitaria y proteger a los miembros más vulnerables de nuestra sociedad, como los pacientes con cáncer. Gracias por aportar su granito de arena.
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